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Nuestra experiencia en Colombia

Este mes de julio, fui invitada, en representación de Kidenda por la Red de Economía Alternativa y Solidaria (REAS Euskadi) a participar en el encuentro con la Red Comparte impulsada por la Fundación Alboan. El encuentro tuvo lugar en Buga, Colombia en el Instituto Mayor Campesino (IMCA) que este año cumple su 60 aniversario.

Este viaje se enmarca dentro la colaboración que se viene manteniendo en los últimos años para desarrollar diversas iniciativas entre la Red Comparte y REAS Euskadi. El objetivo es intercambiar conocimientos y experiencias compartiendo una mirada centrada en la necesidad de impulsar alternativas económicas y un compromiso de hacer de la economía solidaria una herramienta de transformación en los territorios y las comunidades en las que actuamos; Euskadi, Nicaragua, Guatemala, Perú, Colombia y Chiapas.

En esta ocasión cuatro organizaciones de REAS Euskadi fuimos invitadas a este encuentro: Peñaskal Cooperativa, Kidecoop, Asociacion Kidenda y Goilurra donde nos encontramos con representantes de los centros sociales que los jesuitas tienen en estos países.

 

Durante el encuentro pudimos compartir la experiencia del Mercado Social de Euskadi y trabajar en cómo se puede impulsar la creación de circuitos económicos solidarios CES en estos territorios de Latinoamérica y el fortalecimiento del mercado social MES en Euskadi. Con los circuitos económicos solidarios intentamos dar respuesta a los retos ecosociales a los que se enfrenta nuestro planeta, interviniendo en los entornos locales con la construcción de alternativas basadas en la economía solidaria e intercooperando entre organizaciones de diferentes territorios. Un proceso ambicioso, financiado por la Agencia Vasca de Cooperación del Gobierno Vasco.

Fueron dos jornadas de intenso trabajo y reflexión, pero sobre todo de gran conexión con personas que pudimos constatar como los retos, las experiencias, se viven de forma muy parecida a ambos lados del océano.

Después de estas dos jornadas de trabajo pudimos celebrar el 60 aniversario del Instituto Mayor Campesino (IMCA) con un seminario internacional, que generó un interesante diálogo desde enfoques y experiencias que están dando respuesta al malestar generado por el modelo de desarrollo dominante capitalista y neoliberal en América Latina y a nivel global.

 

 

Los siguientes días los dedicamos a visitas a iniciativas económico-productivas que acompaña el IMCA en el Valle del Cauca, que nos permitieron conocer el camino andado con sus éxitos, fracasos, retos; quienes las han impulsado y sostienen.

 

El miércoles visitamos la Hacienda El Hatico. Esta hacienda pertenece a una familia que la ocupa desde 1780. Nueve generaciones después han hecho una apuesta por la agroecología en un territorio como el valle Del Cauca dedicado casi exclusivamente al monocultivo de azúcar de caña por parte de las grandes corporaciones.

Frente a este cultivo que degrada el suelo y no crea empleo, en estas 250 hectáreas han creado una combinación de bosque seco tropical y ganado que se rota en potreros divididos permitiendo la recuperación de la tierra. El pasto se combina con palmas, árboles, arbustos y leguminosas. Los cultivos de caña se combinan con rodales de árboles y arvenses, (las mal llamadas malezas), en las que viven especies que controlan de forma natural las plagas. Las arvenses se mantienen a raya con ovejas que las consumen y que además producen carne de gran calidad.

 

Los residuos de cosecha de la caña no se queman, sino que se integran al suelo aportando nitrógeno, fósforo, potasio, calcio y magnesio que un estudio valoró en el equivalente a una inversión de 550 dólares por hectárea. El suelo, lejos de degradarse, contiene 440 kilos por hectárea de macroinvertebrados como insectos y lombrices lo que contribuye a su riqueza. 

Esta biodiversidad, este casi ecosistema propio de El Hatico se ha convertido también en un lugar de paso y descanso para las aves migratorias, demostrando que la biodiversidad, es la forma de crear un equilibrio entre las necesidades de los seres humanos y el medio ambiente.

 

El jueves visitamos la Asociación de Pequeños Caficultores de la Marina (ASOPECAM) ubicada en el corregimiento de La Marina en el municipio de Tuluá, a 1300 metros de altura. Esta asociación campesina de productoras de café agroecológico, nos dio a conocer todas las dificultades que tienen las pequeñas producciones para ser oídas en los organismos manejados por las grandes corporaciones y como la Coordinadora Latinoamericana y del Caribe de Pequeños(as) Productores(as) y Trabajadores(as) de Comercio Justo (CLAC) y el sello de Pequeños Productores ha sido su aliado para ser oídas.

 

 

El viernes visitamos la Granja Agroecológica Familiar Pura Vida localizada en el municipio de Andalucía. Es una parcela familiar de solo media hectárea con más de 20 años de experiencia de producción agroecológica. En este pequeño terreno la familia Añasco integra la producción agrícola y pecuaria. Tienen todo tipo de árboles frutales: banano, arándanos, mango, cacao, lima…, una huerta con maíz, soja, especias, hierbas aromáticas, etc.., además de gallinas, cabras y producción porcina, todo ello en una producción sostenible tanto energética como en residuos. Han creado un ecosistema en el que la familia puede alimentarse de todo lo que produce su tierra sin necesidad de comprar nada fuera para tener una alimentación completa. Ante esta experiencia se hacía la interesante reflexión, de si era posible que en media hectárea una familia de 8 personas pudiese alimentarse e incluso vender productos en el mercado agrícola, ¿Cómo es posible que la agroindustria haya obligado a Colombia a importar el trigo para alimentar a su población? ¿en un territorio tan rico como Colombia como es posible que los monocultivos hayan hecho imposible que Colombia pueda alimentarse así misma?

Durante estas visitas, aparte de admirar a estas personas que con estas pequeñas iniciativas son capaces de enfrentar a las grandes corporaciones que están dominando la producción en Colombia y los poderes económicos, hemos podido constatar en terreno como la apuesta del comercio justo por la economía solidaria, el respeto al medio ambiente y la soberanía alimentaria es la única manera de enfrentar de una forma global y equilibrada todos los retos a los que nos enfrentamos.

Ha sido un viaje lleno de emociones, de admiración por esa increíble tierra y de mucha alegría por el encuentro con personas tan fuertes que luchan cada día en su territorio por un mundo más justo, sostenible y en equilibrio. Solo puedo agradecer a REAS Euskadi y a la Red Comparte esta oportunidad.

¡¡Gracias Colombia!!

 

María Ferrer

26 de julio de 2022

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