El pasado mes de abril Kidenda tuvo la oportunidad de visitar una de las cooperativas de uno de los productos que vende: las patatas fritas rojas. La cooperativa Agropía nació como tal en 2015 pero llevan desde 2008 trabajando para llegar hasta donde están hoy. Se localiza en Huancayo, en la sierra peruana, pero las comunidades productoras de la patata se ubican en vecina provincia de Huancavelica.
La Cooperativa de Comercio Justo Agropía está formada por más de 150 familias socias y trabaja para mejorar la vida de las familias campesinas productoras de patatas o “papas”, como allí las llaman. Además de ver la planta donde procesan y sale el producto final visitamos algunas comunidades y pudimos conocer lo que verdaderamente hay detrás de las papas de esta parte de la sierra central peruana; toda una cultura ancestral de conservación y cultivo de un alimento primordial para la alimentación y la salud de su población, además, de ser un medio de vida. En la cooperativa, y gracias a un socio con gran interés en la conservación, se guardan semillas de 2.700 variedades de patatas. Pudimos ver en campo algunas de las diferentes clases; negras, rojas, amarillas, moradas etc… ya que en una misma parcela se cultivan las diferentes variedades.
También constatamos como impactan los principios de comercio justo en la población: reciben por sus papas un precio justo acorde al valor de su trabajo e inversión. Nos decían que para establecer el precio hacen una evaluación de costos anual. El pago justo por su producto permite que sus hijas e hijos puedan acceder a la educación, pero una preocupación que nos comentaban era que una vez que salen a estudiar; secundaria, estudios técnicos o universidad, luego muchos no vuelven a la comunidad. Con la prima social que se da en el comercio justo invierten en la propia cooperativa.
Tuvimos la oportunidad de pasar toda una mañana con un grupo de mujeres de la comunidad San Pedro de Mullaca y nos contaban que han pasado todo un proceso para participar en igualdad en la actividad productiva y organizativa. Nos comentaban que tanto hombres como mujeres hacen las mismas tareas menos, algunas, como el acopio por el peso de los sacos. En los órganos de la cooperativa hay una cuota del 50% de participación de las mujeres.
Con gran esfuerzo consiguieron tener su propia planta, en la que trabajan 11 personas, donde seleccionan por calidad, cortan, fríen, salan, pesan y empaquetan sus papas fritas que luego son distribuidas por la importadora de comercio justo Etiquable.
Lo que hace unos años parecía un sueño hoy en día se hace realidad; ya han empezado a financiar sus propias actividades y proyectos. Para ello cuenta con aliados como por ejemplo la organización Agrónomos y Veterinarios Sin Fronteras.
Tuvimos un momento de intercambiar nuestra acción y al equipo de la cooperativa le llamo mucho la atención todo el trabajo que hacemos desde aquí de sensibilización y de difusión del comercio justo. Nos reconocieron que desconocían ese trabajo y la realidad de comercio justo en nuestro territorio. Les sorprendió el trabajo que hacemos con las administraciones públicas y que hubiese tantas personas que de forma voluntaria apuesten por el comercio justo.
15 de mayo de 2018
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