Con motivo del 12 junio, Día Mundial contra el Trabajo Infantil, la Coordinadora Estatal de Comercio Justo, de la que forma parte Kidenda, destaca que las cadenas mundiales de suministro y producción de bienes esconden explotación laboral de niños y niñas.
Así lo constata el informe “Erradicar el trabajo infantil, el trabajo forzoso y la trata de personas en las cadenas mundiales de suministro” publicado en noviembre de 2019 por UNICEF, la Organización Internacional del Trabajo, Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos y Organización Internacional de las Migraciones.
El informe analiza las complejas redes de suministro y producción de una gran parte de los productos que consumimos, que están elaborados con materias primas o materiales procedentes de países de todo el mundo y son procesados, ensamblados, envasados, trasladados y consumidos en todos los países y mercados del mundo. En estas redes se esconden diversas formas de explotación laboral infantil, a menudo invisibles y difíciles de medir.
A pesar de la dificultad de medir la explotación laboral infantil en las cadenas de suministro, los datos de la Organización Internacional de Trabajo muestran la magnitud de esta problemática que, además, según alerta dicho organismo pueden verse agudizados por la crisis sanitaria del coronavirus. Según sus últimas mediciones, 152 millones de niños y niñas trabajan en todo el mundo, y casi la mitad, 73 millones, realizan trabajos peligrosos.
En su mayoría el trabajo infantil afecta a niños varones, 88 millones, mientras que 64 millones son niñas.
Por sectores de actividad, el trabajo infantil se concentra en primer lugar en la agricultura: 7 de cada 10 menores que trabajan lo hacen en la agricultura, ganadería o pesca; el 17% lo hacen en el sector de servicios y el 12% en la industria, en particular la minería.
Por regiones geográficas, en África 1 de cada 5 niños o niñas trabajan. En otras regiones la prevalencia es menor: en los Estados Árabes , 1 de cada 35 niños; en Europa y Asia Central 1 de cada 25; en las Américas, 1 de cada 19 niños, y en la región de Asia y el Pacífico, 1 de cada 14.
Casi la mitad de los 152 millones de niños víctimas del trabajo infantil tienen entre 5 y 11 años; 42 millones (28%) tienen entre 12 y 14 años; y 37 millones (24%), entre 15 y 17 años.
Como ejemplo concreto de esta problemática destacamos el caso del cacao. Según el informe “Hacia cadenas sostenibles de cacao: opciones de regulación para la UE” el trabajo infantil es una de las problemáticas alentadas por la pobreza de las familias productoras. En 2015, 1,2 millones de menores en Costa de Marfil y 0,9 millones en Ghana trabajaban en este sector, de los cuales entre el 80 y el 90% se ocupaban de tareas peligrosas como soportar cargas pesadas, manipular productos químicos o trabajar con machetes.
En las zonas medias y altas de cultivo, el 26% de los menores de Costa de Marfil y el 46% en Ghana trabajaban más horas de las permitidas, según datos de la Universidad de Tulane.
A pesar de las iniciativas llevadas a cabo en los últimos años por parte del sector, como el conocido como “Protocolo Harkin-Engel”, el Barómetro del cacao de 2018, concluye que “ni una sola empresa o gobierno se encuentra cerca del objetivo de eliminar el trabajo infantil, ni siquiera del compromiso de reducirlo en un 70%”.
Como refleja el caso del cacao y de las cadenas de suministro de otros productos, los datos muestran que el trabajo infantil, el trabajo forzoso y la trata de personas en las cadenas mundiales de suministro son consecuencia de tres factores: las lagunas en la legislación vigente o el cumplimiento de la ley; las presiones sociales y económicas que soportan las familias y la clase trabajadora, y la conducta de las empresas
La CECJ y el movimiento del Comercio Justo instamos a empresas y representantes gubernamentales a asumir su responsabilidad y trabajar para evitar esta flagrante violación de los Derechos Humanos que afecta a las personas más vulnerables. Por otro lado, recordamos que la comunidad internacional al firmar la declaración de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, se ha comprometido a eliminar el trabajo infantil antes del 2025.
Ante esta realidad, el movimiento del Comercio Justo trabaja denunciándola y haciéndola visible. Y, además, uno de sus principios (número 5) se refiere a la ausencia de explotación laboral infantil y, por tanto, garantiza que ningún menor realice tareas que puedan afectar a su desarrollo físico, mental, social o espiritual, interfieran en su educación, o se desarrollen en condiciones abusivas o peligrosas. Por ello todas las organizaciones de Comercio Justo están adheridas a la Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos de la Infancia.
Además, muchas de las organizaciones productoras de Comercio Justo llevan a cabo proyectos educativos (escolarización, construcción o mejora de escuelas, becas, etc.) financiados con la prima social, una cantidad extra que reciben para destinarlo a iniciativas comunitarias. Por ejemplo, la cooperativa de cacao de Comercio Justo Kuapa Kokoo, de Ghana, además de crear una unidad que verifica la ausencia de niños y niñas en toda su producción, realiza campañas de sensibilización sobre las consecuencias del trabajo infantil. Por otro lado, la cooperativa facilita el transporte escolar, ya que las escuelas se encuentran a varios kilómetros de las comunidades, y garantiza el material educativo a las familias más desfavorecidas.
12 de junio de 2020 a las 00:10
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