Llevar a cabo un consumo responsable implica ajustar los consumos a las necesidades reales, preguntándonos si necesitamos realmente aquello que vamos a comprar. En este proceso de toma de decisión es importante valorar:
• El impacto ambiental, desde el punto de vista del ciclo de vida del producto que compramos, desde la producción, transporte, distribución y consumo hasta los residuos que genera.
• El tipo de comercio que queremos favorecer.
• La calidad de lo que compramos, de cara a adquirir bienes más saludables y duraderos.
Para que podamos transitar hacia un modelo de producción consumo más sostenible, es necesario que avancemos en el desacoplamiento que en la actualidad se genera entre la producción y el consumo de recursos naturales, para lo cual se necesita que:
• Los recursos naturales renovables no se usen a una velocidad superior a su propia tasa de renovación.
• Los recursos naturales no renovables tienen que ser utilizados a un ritmo equivalente a la tasa de sustitución por otros recursos renovables.
• La emisión de residuos y contaminación no puede exceder la capacidad de asimilación y autodepuración de los ecosistemas.
Estos criterios o principios operativos deberían aplicarse teniendo en cuenta el conjunto de la realidad mundial, lo cual nos llevaría a reclamar una redistribución de la sostenibilidad desde el Norte al Sur con equidad histórica, presente y futura.
15 de marzo de 2018
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